miércoles, 10 de junio de 2009

FELIZ CUMPLEAÑOS !!...UNA NUEVA ETAPA? CRISIS?...


 "Cuando se es joven se 
vive creyendo que uno es lo más importante en la tierra, cuando nos desengañamos
 de eso a base de golpes, estamos preparados para vivir el resto de la vida". 
Emma Thompson
 
Cuando se es un niño, uno quiere crecer. El apuro por cumplir años y poder hacer cosas de “más grandes” está a la orden del día. El niño quiere ser grande, pues sabe que así podrá hacer muchas más cosas de las que le están permitidas a su edad. El problema es que, en general, cuando uno ya es grande, añora volver a ser niño y obviamente sabe que no hay vuelta atrás.


Incluso, cuando se es niño, cada cumpleaños es una fiesta, es EL DÍA, no hay nubes en el cielo, y el sol brilla, aunque llueva a cántaros. La cosa cambia, a medida que el tiempo va pasando. Con cada año que uno va cumpliendo o cada 
década que cambiamos, el entusiasmo por el festejo parece decaer. No se da en todos los casos, pero, en la mayoría de las personas, la edad pesa y mucho.
 
Son muchos los cambios que se producen, mientras uno ya no crece, sino que se hace más grande. Los cambios no son sólo físicos, sino que nuestra actitud frente a la vida no es la misma. Ya pasada cierta edad y no porque no se puedan tener proyectos, se mira un poquito más para atrás que para adelante. Nos detenemos más a ver lo que no hemos podido concretar, lo que ha quedado en el camino y no tanto lo que está por venir.
 


Ir cumpliendo años implica vivir nuevas etapas, también, sin dudas, atravesar alguna que otra crisis, madurar en ciertos aspectos, pero, por sobre todas las cosas, se trata de vivir. Creo que ese punto, el fundamental, es el que perdemos de vista.
 
Sé que no es fácil sentir que el tiempo pasa, que los hijos cambian su actitud hacia nosotros, que, años atrás, éramos casi héroes para ellos, y, según en qué etapa de la vida nos encontremos, “no sabemos lo que decimos” o parecería que no servimos para nada. Tampoco es sencillo ver que el cuerpo nos va demostrando fe
hacientemente que aquel “señor” o “señora” tan molestos que nos han dicho no son ilógicos, por más que nos duela.
 
Nos cuesta asumir que hay cosas que no volverán, pero en la vida todo es así. Ocurre que no sabemos verlo o mejor dicho, no lo vemos desde el mejor punto de vista que digamos. El niño no se lamenta porque ha terminado el jardín de infantes, porque va menos a la plaza y, sin embargo, ha transcurrido ya una etapa de su vida. Pues si bien las cosas que se van dejando en el camino, son diferentes con el paso del tiempo, sería más saludable dejarlas ir con una sonrisa.
 
En las mujeres, por ejemplo, es muy duro saber que, a cierta altura de la vida, el hecho de engendrar vida será sólo un recuerdo. Aunque ya no tuviésemos planeado agrandar la familia, resulta difícil enfrentar la ausencia de toda posibilidad. Sentimos un vacío, una especie de agujero interno ante esa imposibilidad. Luchamos contra el paso del tiempo.
 
En muchos casos, nos preocupamos más porque nuestro envase no envejezca y, entonces, recurrimos a las cirugías, cremas, tratamientos y cuanta cosa nos ofrezca el mercado, si es que podemos acceder a ellas.
 
Sin embargo, nos debería preocupar más que no nos envejezca el alma.
 
El ser humano sabe que nada es para siempre y él tampoco. Por más que entendamos que, al morir, nos espera una vida mucho mejor, es complicado aceptar que nosotros tampoco estaremos siempre, que tenemos fecha de vencimiento. El ir cumpliendo años nos va reafirmando que así es. Cuando uno es niño o joven, cree que se mantendrá así para siempre, el tiempo se encarga de decirnos qué tan equivocados estamos.


Si pudiésemos ver las cosas de la mejor manera, hasta inteligentemente diría, nos predispondríamos a reconocer lo inexorable, pues, lo queramos o no el tiempo avanza; recibiríamos cada año, cada década que agrega “un cerito a la derecha, que tanto nos incomoda”, como una bendición, como una señal de que Dios todavía tiene planes para nosotros aquí y que aún hay cosas por hacer.
 
Si pudiésemos tomar el paso de los años de esa manera, le haríamos un lugarcito cómodo, en nuestras vidas, a las incomodidades que el tiempo tiene preparadas para nosotros.
 
Bien entendido: ¿no sería mejor darle la bienvenida con una sonrisa a los dolores de espalda? ¿a los cambios de humor producto de hormonas que enloquecen antes de ausentarse? ¿A tener que comer sin sal, entre tantas otras cosas?
 
La edad, sea la que fuere, es algo que uno debería aprovechar. Si así lo hiciéramos, cada etapa sería más plena, más rica, no nos quedaríamos debiendo nada y a cada momento de nuestra vida le encontraríamos el lado lindo.
 
Hasta las crisis que sobrevienen, muchas veces, con los cambios de edad, pueden y deberían traducirse en una mejora futura, en una valla que hemos podido saltar, en sabiduría ganada, en paz lograda.
 
La eterna juventud de nuestro envase no existe, a pesar de que los medios intenten asegurarnos que sí.
 
No nos olvidemos de que Dios nos ha dado la vida, y ella se va manifestando en cada año que él nos regala.
 
El aceptar que todo tiene un final, cada etapa, cada ciclo, la vida misma, hemos visto que es muy complicado, pero no imposible.
 
Abramos nuestros corazones y pongamos las cosas en su lugar, démosle a cada momento de nuestra vida, el que nos toque vivir, la bienvenida, la paciencia y tolerancia que éste requiera. Cada etapa que vivimos deja cosas en el camino, es cierto, pero también abre espacio a otras, es cuestión de encontrarle el gustito a todo.
 
Por sobre todas las cosas, cada año que cumplamos, cada etapa que nos toque vivir, con lo que ella traiga, son regalos que Dios nos hace. Visto de este modo, cada edad merecerá ser festejada, agradecida, valorada. Dios no obsequia nada que no sea para nuestro bienestar.
Festejemos cada año, Dios nos acompañará en el brindis...

(FELIZ CUMPLE, MAMI !!!!)
 

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