¿Te pusiste a pensar, si vivieras en una jungla, qué animal serías? Difícil decisión, si impera la ley del más fuerte.
Vivimos en una sociedad que tiene mucho de jungla. ¿Será por eso que varias personas sólo se comunican a través de la agresión? La violencia es una forma de comunicación social, sirviéndole al violento, entre otras cosas, para la afirmación y defensa de la propia identidad. Las conductas agresivas constituyen un tipo de trastorno del comportamiento y/o de la personalidad, que trasciende al propio sujeto.
Desde ya, no estoy hablando de la violencia física, sino de la actitud y de la palabra agresiva que hiere y desequilibra.
Cada uno tiene el derecho de defenderse de un ataque. Pero, si se responde con otra agresión, sólo se genera más violencia.Defenderse no significa atacar, sino tener la respuesta adecuada para poner un límite a la conducta del otro.
Quien se vale de la agresión y de la violencia esconde una personalidad débil, desvalorización y autoestima baja. Ironiza, grita, critica para ocultar su temor a ser destruido.
La educación familiar y escolar ejerce una gran influencia en nuestros comportamientos, inculcando, casi siempre, el “ser dócil” con los demás y, por lo tanto, el “nunca responder” ante una agresión.
A veces, la incapacidad de defensa proviene de una imagen negativa que se tiene de uno mismo. La falta de confianza hace que los fantasmas del “ser merecedor de esto” aparezcan y provoquen una parálisis en la persona agredida.
Es necesario estar seguro de uno mismo y saber que, cuando alguien agrede, el problema no está en uno, sino en el agresor.Existen diferentes tipos de agresores. Están los que quieren demostrar su superioridad y dominio; y aquéllos hostiles o emocionalmente reactivos, que emplean la violencia, porque se sienten fácilmente provocados o porque procesan, de forma errónea, la información que reciben de los otros.
Teniendo en cuenta esta distinción, será más fácil ponerse firme y fijar límites. No importa lo que se diga, sino cómo se diga y con qué convicción. Hay que aprender a controlar las emociones, sin preocuparse de lo que el otro piensa de uno. Es fundamental pedir y dar respeto. Es bueno callarse, cuando una conducta agresiva no compromete nuestra autoestima. Si el silencio se convierte en una respuesta constante frente a la agresión, los otros nos hablarán de una falta de madurez.
Antes de mirar cómo se comporta el otro, es preciso ver cómo son las propias conductas frente a los demás. Se es agresivo, cuando no se respeta al otro, no se lo trata de igual a igual y se lo coloca en un escalón por debajo de uno. Este tipo de conducta obtiene como respuesta otra agresión. Algo así como: “quien siembra vientos cosecha tempestades”. El círculo de la agresión sólo lo corta el más asertivo.
Aprender a decir no a la agresividad, utilizando conductas asertivas, mejorará, en gran medida, los vínculos sociales. Así, se defenderán los propios derechos, expresando pensamientos, sentimientos y opiniones personales de una manera apropiada, sin transgredir los derechos de los demás.
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